La educación femenina, María de Maeztu. Por Sandra Ferrer
En aquellos años de finales del siglo XIX, el acceso de las mujeres a la enseñanza universitaria continuaba siendo algo extraño y reservado a unas pocas valientes que se adentraban en aquellas aulas atestadas de hombres disfrazadas como ellos para aprender como ellos. A pesar de que a partir de 1888 las mujeres podían acceder libremente a la formación universitaria, su presencia en las aulas tardaría mucho en ser algo común e incluso masivo en nuestro país.
En aquellos tiempos en que la mujer era definida como el ángel del hogar, universo en el que debía permanecer, una mujer María de Maeztu, junto con otros destacados nombres de escritoras, políticas e intelectuales feministas, trabajaron toda su vida por defender la enseñanza libre para ellas. De hecho, aquellas pioneras de la educación estaban formando una élite femenina preparada para ocupar posiciones importantes en el mundo intelectual y político de la Segunda República1.
En la escuela de mamá
María de Maeztu Whitney nació en Vitoria el 18 de julio de 1881. Sus padres eran Manuel de Maeztu Rodríguez y Juana Whitney. Él de origen cubano-español, ella hija de un diplomático inglés, se conocieron en París y se fueron a vivir juntos a Vitoria. La pareja tendría cinco hijos, Ramiro, Ángela, Miguel, María y Gustavo.
Los hijos de la familia Maeztu quedaron huérfanos de padre en 1894. La muerte de Manuel no sólo dejó a su mujer y sus hijos desolados sino que tuvieron que enfrentarse a la ruina económica debido a la pérdida del patrimonio que la familia tenía en Cuba.
Juana Whitney decidió entonces trasladarse a Bilbao donde fundó una residencia de señoritas, un centro cultural en el que las mujeres que quisieran podían estudiar. Mientras tanto, su hija María cursó sus estudios de Magisterio y Derecho y colaboró con su madre en la organización de la residencia.
Una pedagogía propia
En 1902 María estaba preparada para ejercer su profesión de maestra que inició en una escuela pública bilbaína. La nueva profesora ejerció la docencia de una manera original y diferente a como se conocía hasta el momento. Con clases al aire libre y renovados métodos memorísticos, María apostó por una educación laica con unos principios pedagógicos basados en su famosa frase:
" Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro."
Su tarea como maestra la alternaba con conferencias en distintos lugares de España y posteriormente de Europa y el mundo. Defensora de la igualdad de hombres y mujeres en capacidades y derechos, María dejaba a su público hipnotizado con sus palabras y su talento para la oratoria. En 1908 formó parte de la Comisión nombrada por el Gobierno para el certamen pedagógico de Londres en calidad de observadora. Aquella experiencia le sirvió para conocer otros métodos de enseñanza y otras visiones de la escuela más progresistas y avanzadas que las que se experimentaban en la España de principios del siglo XX.
Las señoritas de María
En 1915 y con una holgada y exitosa carrera a sus espaldas, María fundaba en Madrid la Residencia Internacional de Señoritas. El nuevo centro cultural acogía a estudiantes que cursaban su formación universitaria en Madrid así como a intelectuales extranjeras que visitaban España. María consiguió crear un ambiente culto y erudito en el que las mujeres daban rienda suelta a sus conocimientos y se organizaban veladas intelectuales en las que se acogían a contertulios masculinos de la talla de Lorca, Ortega y Gasset o Azorín. En 1932 Federico García Lorca leía en el salón de actos de la residencia su Poeta de Nueva York.
Directora de un pionero instituto
El prestigio de María y su residencia crecía cada vez más. En 1918 cuando se creaba un Instituto-Escuela como ensayo pedagógico de Segunda Enseñanza, ella fue llamada a dirigir la Sección Primaria junto con otras maestras de prestigio2. El instituto fue un experimento educativo en el que se intentaba hacer aprender a los alumnos mediante métodos pedagógicos muy similares a los defendidos por María.
El liceo femenino
Trabajadora incansable, en 1926 María de Maeztu pasaba a dirigir en Madrid el Lyceum Club Femenino, una institución cultural y educativa que tenía las mismas características que otros liceos fundados anteriormente en Europa. El Lyceum, organizado gracias al trabajo de un grupo de mujeres de gran prestigio intelectual tuvo un gran impacto en el panorama cultural español3. El Lyceum tuvo una corta vida. Después de soportar continuos ataques de los sectores más conservadores, en 1939 sería confiscado por Falange y se convertiría en el Club Medina, fundado por la Sección Femenina.
Mientras el Lyceum seguía su andadura cultural, María de Maeztu no dejó de viajar por el mundo dando conferencias y recibiendo reconocimientos como su nombramiento como profesora extraordinaria de la Universidad de Columbia en 1927 o su nombramiento como doctora Honoris Causa del Smith College.
El declive cultural
A las puertas de la Guerra Civil española, el trabajo de María empezó a verse amenazado, así como su propia familia. El 31 de julio de 1936 su hermano el escritor Ramiro de Maeztu era detenido y encarcelado para ser fusilado el 29 de octubre de ese mismo año. Un duro golpe para María que decidió abandonar España e instalarse en Buenos Aires donde continuó con su trabajo docente.
María de Maeztu volvería a pisar su tierra natal muchos años después a causa de otras noticias tristes, la muerte de su madre en 1945 y de su otro hermano, el pintor Gustavo de Maeztu en 1947. Poco después volvía a cruzar el océano para no regresar jamás.
El 7 de enero de 1948 fallecía en Mar de la Plata. Su cuerpo sería repatriado para descansar en el mausoleo de la familia Maeztu en Estella.
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