domingo, 24 de noviembre de 2013

En recuerdo de mi " ILUSTRE PAISANO ",cuan lejos de su filosofía

El proyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce), más conocido como 'Ley Wert', está a un paso de ser aprobado.

Perfil pedagógico de Enrique Diego-Madrazo
Por José Antonio Ricondo Torre

 
La inmensa atracción y curiosidad del Dr. Diego-Madrazo por la educación no deja de ser excitante. Parecería un corredor de fondo que, en solitario, sabe de las consecuencias que puede tener su pensamiento sobre la trayectoria humana e intelectual del niño, de la madre, de los educadores, buscando siempre el hombre completo, pero que nunca se arredra ante las dificultades.
Y sin embargo, su rumbo filosófico y científico desciende del mismo tronco que el de un significativo grupo de intelectuales en la etapa finisecular del XIX, teniendo parte asimismo de las declaraciones temáticas del movimiento regeneracionista, que exigía soluciones a las cuestiones más palpitantes que España tenía pendientes.
El ilustre pasiego, hombre polifacético, poseía el espíritu científico renacentista, circunscribiendo todo a la educación, cuya naturaleza y calidez expresaba un matiz de apertura y de inclusión de la magnitud humana. Es importante resaltar de antemano la prioridad que tenían sus proyectos de regeneración y concierto de la especie humana ante cualesquier otros meramente educativos, por importantes que estos fuesen, ya hablasen de la confirmación y consolidación de la urbanidad -civismo, ciudadanía- ya del fortalecimiento del esfuerzo y la entereza en la democracia.
El significado e importancia, pues, que Diego-Madrazo otorga a la formación y educación de los hijos es enorme y excepcional. Diego-Madrazo repetidamente persevera en ello en numerosas páginas de sus obras, como por ejemplo:

“ Como los sentimientos, son innatos u oriundos de los primeros años de la vida, es a la educación de la infancia a la que vamos a pedir el sentido de la belleza (E. Diego-Madrazo,Amor y Belleza, ).”

Sin embargo, independientemente de que nuestro aliento y nuestro espíritu estén fijos en don Enrique, vamos a aproximarnos a su obra pedagógica no de una forma apologética ni tampoco reprobadora de su estilo literario, sino desde el punto de vista educativo, asomándonos y, más tarde, profundizando en el aspecto fundamental de este científico y cirujano.
A favor de esto, no titubeamos en escrutar en el tiempo y en el espacio que le tocó vivir alguna declaración de ese talante y esa viveza democráticos considerados como tolerantes, con los que hasta tal punto se adhería. Exhumamos a este incansable pasiego, una de las figuras -junto con Julián Besteiro o Fernando de los Ríos, entre otros- continuadoras del krausismo.
La dilatada existencia de nuestro autor esboza una capacidad atrayente de la tendencia krausista en nuestro país, es decir, su dimensión de discusión y su buena disposición para aceptar las grandes cuestiones del siglo que comenzaron, y en alto grado muy singularmente todo el intrincado conjunto de problemas relativos al cambio y la transformación, por la inestabilidad que padecían, de la burguesía y el liberalismo.
Por otra parte, después de este punto de vista, podríamos desvelar la relación entre el reformismo social del liberal Gumersindo de Azcárate y Menéndez, que nace diez años antes que él -depuesto también de su cátedra por protestar a raíz de una orden del ministerio de Fomento- y que, como hombre de la I.L.E., es deísta, librepensador, aunque profundamente conservador y rígido en el campo moral y el humanismo del socialista Fernando de los Ríos.
En cuanto a su dedicación y a su vocación educativa, son una explicación para quien procure divisar el porvenir e intentar descifrar lo que nos ha dejado el tiempo pasado. Están en unión muy estrecha con el panorama de la educación en nuestro país que carecía de institucionalización alguna, porque hablar de la antigua escuela rural, con prudencia pero también con tino, nos evoca su inalterabilidad y su recuerdo; pero también, lamentablemente, sus restricciones y sus infortunios con los que hubo de despabilarse.


El conjunto de características intelectuales, afectivas, físicas -su salud de hierro-, y todas las acciones, junto con el fenómeno de la personalidad decisoria -era cirujano- de este idealista auténtico que supo conjugar consecuentemente la teoría con la práctica y que fue íntegro en la crisis liberal, además de la pedagogía de este científico, en mitad de las trabas -como decíamos arriba- de la pedagogía en España, hacen que aproximarnos a este hombre se nos aparezca cada vez más atrayente un siglo largo más tarde. Precisamente, por ser actual, por estar su pensamiento vigente.
La escuela de Diego-Madrazo, sus instalaciones, su equipamiento, que precede a las instituciones educativas actuales, causa melancólicas ideas relativas a sus numerosos descubrimientos y a la trascendencia de sus no limitados sufrimientos, por la poca vida que tuvieron.
Sin embargo, aun con todo, encarna un aliciente grande para descubrir y entender que nuestras aspiraciones hayan de tener la oposición ajena e importuna cuando deseas persuadir a nadie de que los anales verifican que algo había de transformarse.
Ahondando más, a cada instante -y como fórmula o hábito de los profesionales de la educación- se debe procurar, y según la perspicacia y el pensamiento de cada cual, que este o cualquier otro pedagogo o un determinado movimiento o escuela pedagógica lleguen a materializarse en nuestro propio quehacer diario, troquelando y adaptando aquello que entendió, razonó, imaginó y consideró, en nuestro caso, don Enrique: íntegramente lo que discurrió, urdió, planeó, y fielmente de la manera en que lo pensó.
Y también, deseamos que nuestro pedagogo sirva para reponer un medio que deje fomentar y organizar diferentes cuestiones y preguntas para ser examinadas y discutidas en posteriores métodos, análisis y publicaciones, y cuya intención sea elaborar nuevos supuestos e hipótesis pedagógicas.
Una de ellas puede ser, por ejemplo, si, con la adaptación a los sistemas didácticos de las nuevas tecnologías que, al parecer, se van aventajando más, se aprecia alguna sensatez al intentar rescatar su Escuela Modelo. Sí. Siempre que sean un recurso, no un fin en sí mismas.

De la intelectualidad española contemporánea, los planteamientos que ha sido necesario que aguarden mejor ocasión para ser reconstruidos son, con rigor, y es una opinión personal, el socialismo y el krausismo, es decir, directamente todo lo que tenga que ver de índole tolerante y democrática, el valor de la libertad, el culto a la razón, marcándose así que suele ser lo más complicado de madurar por cualquier sistema.
Amante y defensor de su patria, vive intensamente la cuestión nacional en la crisis finisecular, comprometiéndose en ese quehacer regenerador que va a tratar y comprender medios, vías y procedimientos diversos y complejos. Cumbre de este gran soñador y utópico al que las realidades le anegan, y motivado por el convencimiento de la transformación educativa de los niños, sin haber descuidado en ningún momento sus contactos con los alemanes, que no se limitaban a los conocimientos médicos, es el nacimiento en 1910 de las escuelas laicas y públicas de Vega de Pas.
Amor, libertad, respeto a la creación y a la humanidad, estudio del mundo natural -24 microscopios escolares-, comedores comunes, piscina, no discriminación en cuanto al género, talleres ocupacionales orientados, alegría aprendizaje por descubrimiento mediante la curiosidad y preguntas del niño,… Intenta optimizar los métodos didácticos y beca a maestros, para su perfeccionamiento, en países alemanes y sajones.
Aunque alejado ya de aquella enseñanza oficial como catedrático, no dejó nunca de vivir con la inquietud por este problema, y sus escuelas -que tuvieron, sin embargo, una existencia muy corta- estaban inspiradas en los principios más avanzados y progresistas -Decroly, Fröebel, Montessori, Pestalozzi,…- y pensadas para dar una educación integral.
Comprende, desde un principio, que hay que emprender una reforma con detenimiento, afectando a todos los niveles educativos y levantando la escuela española de su miseria de siglos. Un reducido conjunto de rasgos que definen la vida de nuestro autor nos lo brinda el propio escritor en la semblanza de su libro Pedagogía y Eugenesia: 

“ Durante dieciocho años, antes del 98, viví en gran intimidad con los pedagogos alemanes, bien convencido de que el siglo de cultura que nos llevaban era obra de la pedagogía. En la Primera Enseñanza estaba el cimiento de la Universidad y el filón más exquisito de la inteligencia, de la moral, de la riqueza y potencialidad de los pueblos (E. Diego-Madrazo,Pedagogía y Eugenesia.”

Diego-Madrazo es, por consiguiente, en todos los aspectos, representante arquetipo de un determinado momento, también de unas situaciones que le condicionan, de un periodo de tiempo singular; y entre tal cantidad de cosas contiguas o próximas, y participando de ellas, señalado por unos hechos históricos acaecidos en él.
Vive su niñez, adolescencia y juventud en una España con una población analfabeta, en constantes guerras carlistas y en donde el panorama educativo se reducía a legislar sin pausa. Sufrió más tarde, como otros, el turno de partidos en la Restauración, siendo apartado de su cátedra por sus ideas republicanas.
Don Enrique siempre vio la educación como algo sobre lo cual nadie podía legislar que no fuera maestro o docente. Era una materia para él singular; fuera, por así decirlo, de las demás carteras ministeriales. Así lo refleja con entusiasmo y cierta ansiedad, estando de acuerdo con el programa del maestro y ministro republicano de Instrucción Pública Marcelino Domingo:
“ Mi amigo Marcelino Domingo apremia a los consejeros para que en cuarenta días le presenten un anteproyecto de ley de Instrucción Nacional que ayude a la que pretende ofrecer en la Cortes.
Corto plazo para una tan magna obra. Ello facilita la selección, puesto que no puede intervenir en la obra quien no la venga dirigiendo. El ministro se da cuenta de la necesidad y cumple con su deber.”
En la sublevación militar contra el Gobierno de la República llama la atención y avisa de la ilegalidad y de la frialdad y desamparo que le espera a España. Por un malintencionado y molesto incidente, es encarcelado en la Tabacalera de los Arenales, a la edad de ochenta y siete años.
Prohibida la comunicación de los reclusos entre las ocho naves del edificio, había ingenio para que fuera visitado por otros presidiarios como, por ejemplo, Jesús Cancio -‘el poeta del mar’-, Manuel de la Escalera -escritor y cineasta- o Luis Corona Cabello -escritor-. También le visitó Ángel Herrera Oria, que más tarde llegaría a ser cardenal.
Las circunstancias que rodearon su vida, su pensamiento y su obra no facilitaron de ninguna manera la utopía de este científico y maestro. Sin embargo, cuando fallece en un frío noviembre de 1942 lo hace sin haber dejado de ser un luchad

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